lunes, 30 de septiembre de 2013

Hornos Pizzeros

Algunas veces resulta difícil encontrar cierto lugar en el mundo. Yo tengo un amigo que descubrió su vocación de grande. A él simpre le gustó cocinar y un día se compró unos hornos especiales para hacer pizzas. Pero sus pizzas eran tan pero tan buenas que todos las elogiaban y no paraban de elogiarlas y así él se fue dando cuenta de que podía hacer algo más con eso que darles de comer a sus amigos. Además, los amigos iban a seguir viniendo aunque él no hiciera más pizzas, porque lo importante acá eran los partidos de playstation. Sí, eso es lo que más importa. Bueno, de lo que se trata el asunto aquí es de otra cosa. Del tema vocacional y tal vez no se lo hubiera resuelto ni el mejor de los psicólogos. Ahora se puso una pizzería y gana millones de pesos. Bueno, no sé si tanto, yo suelo exagerar para que mis historias sean más atractivas, pero a decir verdad sí que le va bien y él es feliz. Es un pizzero innato. Él fue dotado de su habilidad por fuerzas divinas. Y por unas manos que, quién lo hubiera dicho antes, un día amasaron la mejor pizza. Pero no son las manos, el asunto aquí es el amor. Es el corazón. Él tiene alma de pizzero, pizzero no se nace, se hace. Aunque él se hizo, él siempre llevó bien grande en su pecho su amor y su pasión por la comida. La comida siempre fue su corazón. Fue siempre su primer amor, él tuvo siempre una gran adoración y admiración por todo aquello que fuera comestible. Y además de que siempre le gustó comer, también siempre le gustó cocinar. Cocinero de alma, él es el mejor. El pizzero, el experto, quien prepara manjares con sus manos y su corazón.